Por Luis Alberto Tejeda
Después de 53 años de relaciones diplomáticas rotas, embargo comercial y otras muchas posiciones y acciones hostiles, los presidentes de los Estados Unidos de Norteamérica, Barack Obama y de Cuba, Raúl Castro, toman la histórica decisión de darle un viraje de 180 grados a esa situación e iniciar los pasos que llevarán a ambos países a regularizar sus relaciones diplomáticas.
Después de 53 años de relaciones diplomáticas rotas, embargo comercial y otras muchas posiciones y acciones hostiles, los presidentes de los Estados Unidos de Norteamérica, Barack Obama y de Cuba, Raúl Castro, toman la histórica decisión de darle un viraje de 180 grados a esa situación e iniciar los pasos que llevarán a ambos países a regularizar sus relaciones diplomáticas.
Para que esto fuera posible se requirió la confluencia de tres grandes cambios que subyacen a esta decisión: la elección del primer presidente negro de los Estados Unidos, la del primer papa latinoamericano y el ascenso político del relevo de Fidel Castro en Cuba.
En los tres casos hay un factor común: mentalidades abiertas al cambio y el valor para tomar decisiones en la que creen, trascendiendo los intereses ligados a viejos sectores de poder y sus posibles consecuencias inmediatas.
En los tres casos hay un factor común: mentalidades abiertas al cambio y el valor para tomar decisiones en la que creen, trascendiendo los intereses ligados a viejos sectores de poder y sus posibles consecuencias inmediatas.
Aquí en nuestra República Dominicana también contamos con un liderazgo político que impulsa el cambio con responsabilidad, más allá de intereses particularistas y amenazas chantajistas.
Leonel Fernández, por ejemplo, durante su primer gobierno, 1996-2000, restableció relaciones consulares y diplomáticas con Cuba, después de 39 años de incomunicación, llegando a recibir a Fidel Castro en nuestro país y luego haciendo una visita oficial al del líder cubano.
Ni Joaquín Balaguer, ni Antonio Guzmán, ni Salvador Jorge Blanco, ni Hipólito Mejía tuvieron la osadía de desafiar a los poderes conservadores dominicanos y mucho menos a la política exterior norteamericana para restablecer los lazos diplomáticos y comerciales con la hermana República de Cuba.
En aquel momento Fernández tuvo el valor de sobreponerse, en base a lo que creía correcto para su país y para Latinoamérica a las presiones de sectores conservadores internos y de los mismos Estados Unidos, que aquel momento protestó por la medida calificándola de improcedente.
La entereza moral de los gobernantes peledeistas para tomar decisiones políticas valientes y arriesgadas es una constante cuya manifestación más reciente la ha dado el presidente Danilo Medina frente al caso del aborto.
Independientemente de que se esté de acuerdo o no con la aprobación del aborto terapéutico hay que reconocer la audacia y la integridad moral del presidente Medina para observar el código penal y de acuerdo a su más intima convicción pedir que se actualizara esa legislación para adoptar una actitud más solidaria con la mujer que ha sido embarazada por violación, incesto o que haya concebido una criatura inviable.
Este liderazgo solidario, éticamente responsable, abierto a los cambios y con una profunda vocación de servicio es lo que me ha motivado a ser peledeista, y lo que me motiva a buscar una curul en el Congreso Nacional, para desde esa posición aportar todavía más al desarrollo de las personas de mi comunidad y devolver algo de lo que esa misma comunidad me ha permitido lograr.
Entendemos que parte de nuestra responsabilidad como peledeístas es mantener vivo el legado de servicio y dignidad del profesor Juan Bosch, y a esa trascendental tarea queremos aportar nuestro humilde grano de arena.
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